EDUCACIÓN SIN FONDO

Por Susana Reyes

 

¿Por qué no establecer una “intimidad” necesaria entre los saberes curriculares fundamentales para los alumnos y la experiencia social que ellos tienen como individuos? ¿Por qué no discutir las implicaciones políticas e ideológicas de tal falta de atención de los dominantes por las áreas mas pobres de la ciudad”

                                                                    Paulo Freire 2003

 

¿Qué educación queremos? ¿Qué escuela pensamos?

 

Adriana Puiggros, en su libro La Escuela Como Plataforma de la Patria plantea que la escuela es el lugar desde donde construir la patria. Pensar la escuela es pensar la patria.

En mis años de trabajo docente, he transitado por diferentes niveles y modalidades de la educación pública y hay algo de lo que no podemos prescindir y es pensar en el sujeto que se acerca a la escuela, en su situación de vida, en sus necesidades, sus sueños, sus anhelos. A partir de esta realidad es que podemos comenzar a debatir la educación. A la escuela Isauro Arancibia, en la Ciudad de Buenos Aires, llegan jóvenes despojados de todos sus derechos, viviendo en situación de calle, sufriendo diariamente el desprecio social y la violencia institucional, jóvenes viviendo la inmediatez y muchas veces llegan con sus hijos e hijas. Deciden estudiar, vienen a la escuela.

Ese o esa joven que llega a la escuela no sólo viene a terminar su educación primaria o secundaria o a dejar a su hijo o hija en el jardín, sino que además necesita pensar principalmente su proyecto de vida. Eso es lo importante: que pueda pensarse, contar lo que vive y decir su palabra.

 

 

Necesitamos escuelas que respiren al ritmo de su comunidad, escuela  en permanente transformación centradas en la necesidad del sujeto pedagógico que se acerca. Sentir que la escuela late.

Que el estudiante siempre sea lo central.  Escuelas sin paredes, abiertas al territorio; con saberes compartidos, como nos enseñó el maestro Paulo Freire. Todos enseñamos y todos aprendemos; discutimos las prácticas, las revisamos y tratamos de mejorar. Escuelas atravesadas por los distintos debates de la sociedad, que expresen el compromiso de les niñes y les jóvenes con temas que nos atraviesan a todes, como la identidad, la memoria, genero, diversidad, soberanía alimentaria, la desigualdad, la pobreza. Enfocadas desde la educación popular como posicionamiento ético, político y pedagógico.

Las escuelas, los lugares de referencia de les jóvenes son los espacios donde iniciar esos debates que ayudan a la construcción de ciudadanía enriqueciendo los aprendizajes y contribuyendo a encontrar el camino hacia la transformación de la sociedad que tanto anhelamos, una sociedad inclusiva, no patriarcal y con justicia social.

En estos 24 años de construcción de la escuela Isauro Arancibia nos hemos hecho las mismas preguntas y hemos pasado por los mismos lugares muchas veces, con otra mirada, otra perspectiva, obteniendo diferentes respuestas en cada etapa. En ese espiral dialéctico, ascendente, volvemos a pasar por el mismo punto pero ya no somos los mismos que en la vuelta anterior.

Práctica-teoría-práctica, praxis, lo que tantas veces leímos, enseñamos, lo vivimos cotidianamente como colectivo.

Isauro decía que no hay maestro cierto y verdadero si no lucha por la liberación de los pueblos. Isauro era un desobediente como gran parte de su generación.

Desobedecer es desnaturalizar la rigidez vacía del sistema educativo, preguntar sobre el sentido de las reglas y problematizar su existencia en función de garantizar el derecho a la educación.

Una escuela sin fondo, en permanente trasformación, que sea capaz de desobedecer la rigidez del sistema educativo para estar en permanente transformación.

Recuperar la memoria y la historia, tomar la herencia de los desobedientes que llevaron adelante las mayores resistencias de nuestro pueblo, desde los pueblos indígenas originarios hasta las madres y los 30000 compañeres, para poder proyectarnos a futuro y construir la patria que soñamos.

 

 

mejor es Compartir