JAVIER MILEI Y LOS LIBERTARIOS DE DERECHA: NADA NUEVO BAJO EL SOL.

 

Por Maximiliano Molocznik

Han pasado más de treinta años desde el momento en que los corifeos del neoliberalismo hicieron sonar sus trompetas frente a la moribunda Unión Soviética, anunciando con grandes fastos que habíamos entrado en una nueva etapa de la historia de la humanidad.

Esta “tormenta” neoliberal invadió el mundo jactándose de que había llegado el “fin de la historia” y tratando coactivamente de encasillar el pensamiento y la acción de los seres humanos. Era, para ellos, el soñado “fin de las ideologías”. ¿Cómo no recordar, por ejemplo, a Francis Fukuyama, aquel profesor pseudo hegeliano de la Universidad de Harvard anunciando en su opúsculo El fin de la Historia y el último hombre, que las democracias capitalistas liberales eran el último estadio del proceso histórico?

El debate parecía clausurado, el pensamiento único dominaba la escena y el keynesianismo aparecía derrotado y en fuga. Hoy vemos, con gran alegría, que esa euforia ha terminado.

 

 

Repasemos algunos hechos para contextualizar lo que ellos creían que era el triunfo final de las ideas neoliberales.

Milton Friedman (uno de los popes de la secta), tuvo la posibilidad de aplicar sus recetas por primera vez en Chile en 1973 que serían luego copiadas por Margaret Thatcher en Gran Bretaña en 1979, Ronald Reagan en EEUU, en 1980, y Helmunt Kohl en Alemania, en 1982.

El programa que realizaría el “milagro económico” consistía básicamente en detener la inflación, reducir drásticamente el gasto social y los salarios obreros, hacer crecer rápidamente el desempleo para disciplinar a la clase trabajadora, castigar sin piedad al movimiento sindical y aumentar en forma explosiva la ganancia de los empresarios.

La secta neoliberal obtuvo, entonces, con estas medidas, su primera victoria ideológica al instalar la idea de que el estancamiento económico se debía al exceso de regulaciones y que apelando a su opuesto binario –la desregulación– se recuperaría la senda perdida del crecimiento. Por supuesto, este “paquete” se sustentaba en una agresiva política de privatizaciones, aperturas al mercado externo, flexibilización laboral y ajuste fiscal.

He aquí el corazón del nuevo dogma. Este catecismo neoliberal, aplicado a sangre y fuego durante las dictaduras militares chilena y argentina y en los grises y mediocres años 90, no sólo produjo la hegemonía del capital financiero especulativo sino también articuló un tremendo proceso de transferencia de capitales del sector productivo hacia el especulativo.

Los personeros del imperio promovieron la financiarización de las economías y de los estados y, a través del pensamiento único en el terreno de la cultura, convencieron a gran parte de la sociedad global de que el mayor compromiso debía ser para el pago de la deuda externa.

Nada se podía hacer, nada se podía cambiar. De nuevo, blandían la zoncera del “fin de la historia”. El capital financiero internacional pasó a ser, entonces, el regulador del “sistema” neoliberal.

En nuestro país, el modelo se aplicó a rajatabla con el agravante de que la burguesía argentina, impotente y timorata, al no poder ideológicamente transformarse en la clase social que condujera a la modernización del país, optó por la salida más sencilla: enfeudarse al imperialismo, vender las empresas y acostumbrarse a ganar más dinero en la timba financiera que en la producción.

Como contraparte ideológico, a partir de la segunda posguerra mundial, el keynesianismo desarrolló un ciclo expansivo cuya punta de lanza fueron las grandes corporaciones internacionales industriales y comerciales apoyadas en un sistema financiero expansivo y en la gran transformación de la producción agrícola.

Este modelo, llamado “estado de bienestar” o “modelo keynesiano”, incentivaba las inversiones productivas, fortalecía la demanda de consumo interno, promovía el fortalecimiento y el papel regulador de los Estados nacionales y la protección de sus economías. Fue, según plantea el prestigioso historiador marxista británico Eric Hobsbawm, el que generó la “ed

ad de oro del capitalismo”.

Este sistema, con matices, estaría vigente hasta mediados de la década del 70. En ese momento comenzará una crisis de sobreproducción que reflejará la terrible brecha existente entre la posibilidad de expansión de las fuerzas productivas y la efectiva distribución de la renta.

 

Es en ese contexto de crisis que aflora y se instala el pensamiento neoliberal. Resulta sumamente interesante analizar la génesis de esta religión y su fundamentalismo de mercado para saber de dónde vienen los predicadores de hoy como Milei, Espert y tantos otros.

Según Perry Anderson, el nacimiento de esta ideología puede fecharse en 1944, año de la publicación del “libro sagrado” de la secta, Camino de Servidumbre de Friedrich von Hayek. Orientados por este “profeta” los primeros partidarios de la secta se reunieron, en 1947, en la ciudad de Mont Pélerin, Suiza. A esa primera reunión asistieron algunos hombres como Milton Friedman, Karl Popper, Walter Lippman y Salvador de Madariaga, entre otros. Todos estos siniestros personajes serían, en los años siguientes, los encargados de llevar adelante con un enorme fanatismo la cruzada neoliberal.

Sus objetivos eran muy claros: devorar a sus impugnadores ideológicos, evangelizar a sus oponentes económicos y conquistar el mundo para su fe dineraria y mercantil a través de una expansión ideológica militante, ofensiva y demoledora. Sólo necesitaban “la” oportunidad para aplicar el nuevo evangelio, y esta llegó –como dijimos – en 1973, en Chile.

La solución que ofrecieron y ofrecen consiste –como dice el prestigioso sociólogo Emir Sader– en aplicar “frente a la crisis neoliberal, más remedios neoliberales”, es decir, más apertura de la economía, mayores préstamos del Fondo Monetario Internacional, aumento de los ajustes fiscales y, desde luego combatir los incentivos estatales y las políticas fiscales para reducir el desempleo, entre otras cosas.

Esta es parte de la “novedosa receta” con la que Javier Milei quiere volver a engatusar a nuestro pueblo. No le creamos una palabra ni oigamos sus cantos de sirena neoliberal. Mejor volvamos a escuchar aquella maravillosa frase de Raúl Scalabrini Ortiz cuando le preguntaban por la economía. Él decía: “Las cuestiones de economía y finanzas son muy simples, basta saber sumar y restar. Y cuando usted no las entiende, es porque están intentando robarle”.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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