¿Y SI NO HAY FONDO?


Nuestros cuerpos sin fondo: en contra de la identidad, la representación y el binarismo.

Por Yuls Dimitri Pinedo

 


Si yo no creo ni en el bien ni en el mal,
si siento tal afán por destruir,
si en el orden de los conceptos no hay nada
a lo que yo pueda razonablemente acceder,
el principio mismo está en mi carne.
Destruyo, porque en mí, nada de lo que provenga de la razón, resiste.
Solo creo en la evidencia de lo que agitan mis médulas.
El eterno conflicto entre la razón y el corazón se desempata en mi carne,
pero en mi carne irrigada de nervios.
Ninguna imagen me satisface, salvo que no sea al mismo tiempo
conocimiento que lleve consigo sustancia junto con su lucidez.
Mi alma está cansada de la razón discursiva
y sólo quiere abandonarse a los mecanismos de una nueva, una absoluta gravitación.
Para mí es como una reorganización soberana
donde sólo importan las leyes de lo ilógico y el descubrimiento de un nuevo sentido.
Ese sentido es una nueva conquista del alma sobre sí misma
y aunque reductible por la razón existe, pero solo en el interior del propio alma.
Es el orden, es la inteligencia, es la significación del caos.
Pero a ese caos no lo interpreta tal cual. Como lo interpreta, lo pierde.
Es la lógica de lo ilógico.
Y ya está todo dicho.
Mi sin razón lúcida no le teme al caos.

Artaud.

Los cuerpos no cis somos cuerpos que caen, como Alicia en el pozo. Cuerpos cayendo en la férrea resistencia de los binomios del arriba y el abajo, del principio y el fin, de la conmoción y del impacto. Nuestros cuerpos huyen al binarismo platónico que divide a la realidad en ideas y cosas, modelos y copias. Nuestros cuerpos son simulacros a la manera más artaudeana: contra todo arquetipo y esencialismo y, aunque se nos juzgue de querer pasar a un género copia del que no nos asignaron al nacer, en ese caso, acabamos entendiéndonos como copias que no quieren ser originales. Creaciones que no quieren convertirse en modelos.
Sí, bienvenides a la contradicción.
A Platón y su idea de idea e imagen nos lo meteremos en el culo para transformarlo en  dildo.
La motivación de Platón, al igual que la obsesión de una persona cisgénero al imaginarse a una persona trans, yace en la pregunta: ¿cómo distinguir una buena o mala copia?
El triunfo de las copias se funda, de manera redundante, en su fundamento. Los simulacros nos sumimos en la desemejanza.
Por eso aquella obsesión de “¿qué tiene entre las piernas?”, “¿se operó?”, “¿por qué se asume como varón si la lucha es contra el concepto de varón y somos feministas?, “¿por qué quiere ser un hombre si el género es una invención?, “no hace falta que te veas como uno para ser lo que quieras ser”.

Aquí adhiero a Deleuze: no somos perfomáticamente una representación de nada. Sino un simulacro. Y a los simulacros hay que rechazarlos, mantenerlos encadenados en el fondo. (¿Y si no hay fondo?) Asumimos que hay superficie o, por lo menos, a ella sí podemos distinguirla.

 

 

¡Ay! ¡Qué temor correría en nuestro acervo emocional, cultural y experiencial, si los simulacros ascendieran a la superficie y se insinuaran por todas partes!
La dualidad de idea y copia intenta siempre invisibilizar al simulacro. La idea de no contradicción de Aristóteles es la idea del tercero excluso.
Los bio-hombres y bio-mujeres invisibilizan a lxs intersexuales.
Los cis-hombres y cis-mujeres, a las personas trans.
Hombres y mujeres generizados, a las personas fluidas.
Heterosexuales u homosexuales, a bisexuales, asexuales, demisexuales y a otres.
Al no imitar la idea, nuestros cuerpos son imprevisibles, no se sabe qué consecuencias puede traer su irrupción en la realidad.
Lo que los simulacros pretenden lo pretenden por debajo, a favor de la agresión, de una insinuación, “contra el padre” y sin pasar por la idea. Por eso hay que esconderlos (ya que eliminarlos no se puede), decir que son malos para mantener el dualismo vigente. Y , así, habilitarse a pensar que las personas intersexuales, trans, de género fluido no existen.
Esconder el simulacro es seguir con el ejercicio de la violencia y con su fin: conservar la tranquilidad de aquellos que obtienen beneficios del sistema binario, de encajar perfectamente en el modelo.
No queremos generar modelos, sino denunciarlos.
No queremos representar, ni hacer copias-imitaciones de originales.
Queremos resistir subversivamente a la legalidad de la representación. Denunciar la violencia que se ejerce contra los no identificados.
No venimos a solucionar problemas, sino a abrir nuevas brechas y a denunciar hipocresías.

ESTAMOS HARTXAUDS Y QUEREMOS CAOS.

Más allá de todo parafraseo, filosofía y poetización, nuestras existencias pasan hambre, miedo y necesidad. Esto no hay que dejar de decirlo. Pero también sentimos lujuria, deseo, éxtasis y gracejo. Un poco obvio, ¿no? Sin embargo, en el inconsciente colectivo, se arma una imagen perversa sobre nuestros cuerpos de sufrientes, ensangrentados y violados, o de locas divertidas, como tu mejor amigo puto. ¿Qué nos identifica realmente a las personas trans-no binarias?

Desde ya,  la identidad y su búsqueda son el movimiento del ser humane. Pero, ¿y si este pibe trans que escribe te dice que está de acuerdo con Artaud, y en contra de la identidad?

Vamos a poetizar sin banalizar:

“si en el orden de los conceptos no hay nada
a lo que yo pueda razonablemente acceder,
el principio mismo está en mi carne”.

Ferrari

Quienes padecemos la imposición de una  identidad, sufrimos ese mandato en nuestra propia carne. Y también, en nuestra propia carne, experimentamos un inmenso regocijo ante la construcción de nuestra nueva jaula (pero elegida, al fin) .

“Mi alma está cansada de la razón discursiva
y sólo quiere abandonarse a los mecanismos de una nueva, una absoluta gravitación.
Para mí es como una reorganización soberana
donde sólo importan las leyes de lo ilógico y el descubrimiento de un nuevo sentido”.

No existe un método para dejar de ser cis, aunque continuamente, incluso dentro del colectivo feminista, hay una insoportable necesidad de metodologizar las diversas realidades trans-NB. La invitación a pensar cómo salirnos del método para ampliar posibilidades de investigación y de acción, sin obtener poder y reconocimiento, podría llegar a resultar excitante.
Las olas feministas pecan de originales, para replicarse en primera, segunda, tercera, cuarta, siempre como copias. Pero, así como decimos que la política argentina se repite de manera cíclica, las grandes intenciones de revolución, por ser metodológicas, también.

Tal vez la razón de este círculo vicioso se explique por el aprovechamiento de los poderes culturales del momento, aunque los cuerpos no cis vemos a las olas plegarse a su reconocimiento y praxis, para evitar el caos. Y allí, las revoluciones se vuelven esencialistas. ¿Qué pasa si no copiamos métodos? ¿O si no pretendemos convertirnos en un método universal? Perdemos la esencia, el modelo final, la identidad. Constantemente hacemos reductible a la razón, y creamos categorías. Así, amputamos la realidad para meterla dentro de conceptos porque tenemos miedo, y el miedo enquistado conduce a la resignación.

“Es el orden, es la inteligencia, es la significación del caos.
Pero a ese caos no lo interpreta tal cual. Como lo interpreta, lo pierde.
Es la lógica de lo ilógico.
Y ya está todo dicho.
Mi sinrazón lúcida no le teme al caos”.

Nuestros cuerpos sin fondo, sin órganos, no se resignan, no le temen al caos.

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