QUE SIGAN PASANDO

 

La ultraderecha es el resultado de la crisis del neoliberalismo

Por Jorge Elbaum

 

Apenas un lustro atrás, la derecha continental se solazaba de haber sepultado a los referentes de la década progresista.

Idolatraban a Donald Trump y soñaban que su ejemplo supremacista, misógino y xenófobo –es decir neofascista–  iba a protegerlos de las fuerzas sociales emancipatorias que pujaban desde el sur del continente.

En México, Andrés Manuel López Obrador plantó una bandera imprescindible: en las fauces del imperio se permitió decir lo que muchos callan: condenó el bloqueo a Cuba y defendió la soberanía de su país retomando las banderas de Lázaro Cárdenas.

Unos pocos años después, solo quedan tres presidentes latinoamericanos de aquellos que estaban alineados de forma automática con Washington: Ecuador, Uruguay y Paraguay.

Los presidentes que colaboraron con el golpe cívico-militar de 2019 en Bolivia hoy pasaron al olvido y quien osó auto erigirse como primera mandataria, Janine Áñez, se encuentra en prisión.

Los medios de la derecha continental intentan desvalorizar el triunfo de Lula. Y para ese cometido evitan hacer referencia a su persecución,  y posterior encarcelamiento, que tuvo una duración de más de 500 días.

Esas usinas evitan computar el daño simbólico –en el electorado– que supuso dicha detención entre millones de brasileños y la siembra del manto de desconfianza sobre el sistema político.

También invisibilizan que el neofascista Jair Bolsonaro orientó –de forma escandalosa– la  maquinaria del Estado en pos e su reelección, impidió la llegada de ciudadanos a votar y utilizando a las fuerzas policiales para limitar la concurrencia a los espacios de votación

Luego de que se conoció el triunfo de Lula, las organizaciones de derecha intentaron sembrar el caos con anuncios de saqueos en Río de Janeiro, alentados porque quienes buscan asociar al gobierno electo con el caos. Sin embargo, el descontrol deberá ser computado a quien todavía dirige el país hasta el próximo primero de enero.

El silencio de Bolsonaro, luego del triunfo de Lula, es similar al desprecio efectivizado por Trump en 6 de enero de 2021 cuando impulsó se negó a aceptar la victoria de Joe Biden. El negacionismo de lo evidente es uno de los sellos más característicos de este nuevo modelo de neofascismo. Ese silencio cómplice busca la reacción de sus antiguos camaradas de armas en pos de una restauración militar completa.

Dado que no parece existir  espacio geopolítico para esa aventura golpista, la soledad lúgubre del excapitán del ejército se hizo más patética: el mismo domingo el presidente Biden felicitó a Lula y calificó a las elecciones como “libres, justas y creíbles”. Si hay algo que influye en las derechas militares de la región es la anuencia o no de su gran –y única– referencia política:  Estados Unidos.

América Latina y el Caribe vuelven a pensarse en tonos de sus pueblos. Lula completa un parte del tablero que une a México con Argentina, desde el norte al sur. Por primera vez, en casi un siglo, los tres grandes países de este subcontinente castigado por Estados Unidos, tienen la posibilidad de articularse en forma defensiva frente a las fuerzas que impiden su desarrollo. La integración regional, y la vinculación con el sudeste asiático, se transformaron –sin dudas– en los ejes de una transformación que caracterizarán la etapa.

En los últimos años, el escritor Mario Vargas Llosa buscó empoderar a una decena de candidatos reaccionarios de la región. El último fue Bolsonaro. Todos los que apuntaló fueron derrotados.

Esperemos que sea coherente y que bendiga al próximo referente de la derecha local. En 2023, en Argentina, seguiremos dando pelea contra el Lawfare, la derecha violenta y sus políticas de exclusión social y deterioro dela soberanía. Esperemos que Vargas Llosa nos ayude.

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