UN FRAGMENTO DE LA FEDERACIÓN AGRARIA ARGENTINA. DE LOS ORÍGENES A LA TRAICIÓN

Introducción

Por Pedro Peretti

¿Por qué un libro sobre los orígenes de la Federación Agraria Argentina?

El 8 de septiembre de 1853, en la provincia de Santa Fe, Aarón Castellanos funda la colonia agrícola de la Esperanza (hoy Esperanza) considerada la primera de su tipo en el país. El gobierno provincial entrega a cada colono 33 hectáreas de tierra, caballos, semillas, harinas, etcétera. Por su parte, el colonizador Aarón Castellanos provee instrumentos de labranza y arneses. Por esa gestión, la provincia le “agradece” “con 16 leguas de campo a su elección y 21 millones de patacones, por traer 200 familias de colonos que no eran colonos, ni en su vida habían manejado un arado ni una azada”.1

En 1878 se produce la primera exportación de trigo a Europa desde Rosario, cosechado en la colonia La Candelaria, Casilda, provincia de Santa Fe. Tierras, ferrocarril e inmigrantes permiten a la oligarquía terrateniente argentina valorizar sus tierras y abalanzarse sobre las que estaban en manos de los estados provinciales. Así se dilapidaron millones de hectáreas a manos de colonizadores empresarios como los Castellanos, Godeken, Roman, Beck y Herzorg,entre otros, cuyo negocio era “importar” colonos para que trabajaran a destajo, y recibir a cambio miles de hectáreas.

La liquidación de la tierra pública fue una verdadera desorganización organizada. ¿Cuál fue el secreto para lograr que los colonos vinieran a trabajar la tierra sin entregarla en propiedad? El subarriendo. Esto posibilitó a la oligarquía poner en producción sus tierras incultas, y de este modo valorizarlas, sin entregar la propiedad sobre ellas. El “arriendo del arriendo”, un invento genuinamente argentino, fue un proceso exactamente inverso al norteamericano. El latifundista alquilaba la estancia en bloque al subarrendador; este la fraccionaba en parcelas y las daba a su vez en arriendo. Se ocupaba en el territorio de “atender” a los colonos arrendatarios: los traía, hacía los contratos, los controlaba y les cobraba el canon. Por esos movimientos, se quedaba con la diferencia entre lo que pagaba al estanciero y lo que percibía de los inquilinos. Además de brindarles otros servicios, por su cuenta y orden: acopio, trilla, fletes, provisión de vituallas y semillas, insumos, equipamientos, etcétera.

Este esquema de agricultura de tres pisos –terrateniente, subarrendador y colono– de los cuales solo uno trabajaba la tierra, generó una superexplotación de los inmigrantes labradores, que terminó eclosionando en la huelga agraria de 1912. La historia bautizó esta gesta con el nombre de Grito de Alcorta. Su consecuencia más notoria fue la fundación de una gremial agraria para defender los intereses de los colonos arrendatarios. Es el nacimiento de la Federación Agraria Argentina (en adelante FAA).

El subarrendador es una figura clave para entender el proceso colonizador agrario argentino y para desentrañarlas causas del Grito de Alcorta y la fundación de la FAA. Es el factor determinante que explica por qué pasaron tantos millones de inmigrantes por Argentina y muy pocos se hicieron propietarios de las tierras trabajadas. “[…] fueron necesarios cincuenta y ocho años, los que van de 1856 a 1914, y que pasaran tres millones de inmigrantes, para que se constituyeran apenas 76 212 chacras, y solo 24 658 eran trabajadas por sus propios dueños”.2

En ese mismo período histórico, Estados Unidos radicó a cinco millones de farmers y Francia tenía seis millones de campesinos. El transformar inmigrantes en pequeños propietarios es lo que explica la industrialización y desarrollo norteamericanos. Esto les permitió generar un poderoso mercado interno que fue el motor de su industrialización.

Acá solo se generaron arrendatarios misérrimos y terratenientes ociosos, enemigos de cualquier reforma y solo preocupados en gastar su fortuna en el extranjero. El latifundio y su beneficiario, la oligarquía terrateniente, son la causa de nuestra industrialización tardía e incompleta. Esto explica en buena medida el atraso que sufrimos respecto a países que “largaron” a la par que el nuestro y más o menos en nuestro mismo estadio de desarrollo. Esta situación de superexplotación chacarera, unida a una baja de los precios agrícolas, fueron los disparadores del movimiento huelguístico.

La campaña de maíz de 1912 había sido muy buena en cuanto a los rindes, pero fallida en cuanto a los precios. Esto hizo que los colonos no pudieran pagar sus créditos con el comercio local y generó una crisis muy profunda en los pueblos. De ahí al conflicto fue un solo paso, y este nace, en cierta forma, como un reclamo conjunto de chacareros y comercio local. Lo que conocemos como el Grito de Alcorta en realidad comenzó en Bigand (Santa Fe), el 15 de junio de 1912. En la plaza principal del pueblo, más de un millar de personas se dieron cita para solicitar a los terratenientes una rebaja sustancial del canon de arrendamiento: si pagaban el alquiler no podían pagar “las libretas” de fiado, que era el único crédito que recibían. Por esa razón, en sus comienzos, el conflicto tuvo una activa participación de los comerciantes. Diez días después, el 25 de junio, en Alcorta, se realiza una asamblea en la cual se declara formalmente la huelga.

La esencia del esquema, que se originó en los comienzos de nuestra colonización agraria, perdura en el actual modelo agrícola, corporizado ahora en: dueño de la tierra, contratista rural, pool de siembra o megaproductor. Lo que no conservó su esencia fue la representación gremial que surgió de la huelga de Alcorta, ya no está la FAA defendiendo al sujeto más débil del sector agropecuario.

La Federación se creó con el objetivo de defender los intereses de los colonos explotados por la oligarquía terrateniente, ese fue su rol histórico, su mandato fundacional. Aunque su historia sufrió muchos vaivenes, no fue para nada lineal, hasta que don Humberto Volando, a principios de la década de 1970 del siglo pasado, la ancló definitivamente como la pata agraria del campo nacional y popular. Este proceso terminó abruptamente en el 2008 cuando, a partir del conflicto por las retenciones móviles, la FAA cambió su perfil para transformarse en lo que es hoy: una fuerza de choque al servicio de sus enemigos históricos.

Este libro pretende ser un aporte al indispensable debate sobre la cuestión agropecuaria, del cual los sectores populares parecen haber abdicado. Es necesario urbanizar el debate rural, para comprender cómo se va conformando la estructura productiva de la Argentina y su representación gremial.

Esto es imprescindible para entender el mecanismo de producción de alimentos en nuestro país. Porque la relación tierra, propiedad y quien la trabaja, hace a la producción y al precio de los alimentos que consumimos todas las personas que habitamos este suelo.

También es un punto de partida para entender y medir la profundidad de la traición de una entidad que nació para defender a los desheredados de la tierra, y termina al serviciode los sectores que debía enfrentar.

 

 

1 Pedro de Paoli: La reforma agraria, Buenos Aires, Peña Lillo, 1960, p. 16.

2 Gastón Gori: El pan nuestro, Quilmes, Universidad Nacional de Quilmes, 2002, p. 113.

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