Por Pedro Peretti
Extracto de su libro “La fundación de la federación agraria”
Capdevila fue sin duda el líder nato de las primeras horas del conflicto agrario de 1912, que la historia ocultó. “Los chacareros, al no conseguir rebajas en arrendamientos, habían perdido toda esperanza de ser escuchados por los terratenientes. El 25 de junio de 1912, decidieron proclamar “huelga total en trabajos rurales”. Esa decisión, tomada en Alcorta, se extendió a toda la zona agrícola del país. Máximo Paz -pueblo cercano a Alcorta- fue de los primeros en adherir a la huelga. El grupo inicial en dicho distrito, liderado por Francisco Capdevila estuvo integrado por Francisco Bulzani, Manuel Sales, Ludovico Fauda, Ramón Biladrich, Francisco Pedia, Mauro y Ángel Stafforini, Francisco Menna, José Ita, y Francisco Caporalini”.
Ni Bulzani, ni Fontana, ni Netri fueron los que le pusieron “sabor popular” y profundidad a la gesta. Es “esa” concepción anarquista, dominante en la comisión de Alcorta, la que apura la declaración de huelga, sin esperar los plazos que Bigand había dado a los terratenientes para contestar el pliego de demandas que le habían presentado.
Don Manuel Sales, amigo y compañero de lucha de Capdevila y uno de los presos de esas jornadas, trazó una breve semblanza de su camarada y lo caracterizó como el auténtico conductor de los agricultores, en aquellas luchas fundacionales de la dignidad chacarera y de su organización gremial. Que Capdevila –y no Bulzani– fue “el” líder iniciático del Grito de Alcorta, lo dice Sales sin decirlo: “Además de buen orador, era hombre de acción y estaba dotado de una extraordinaria capacidad para la lucha. Sabía y conocía bien el arte de organizar a las masas obreras. Tenía talento y conocía la ciencia del sindicalismo. Sin él, seguramente la huelga de 1912 no hubiese tenido el sabor popular que la caracterizó”.
Las cartas que remiten en conjunto Capdevila y Bulzani a El Agricultor de Firmat, y la que envía solo Capdevila al Boletín Oficial (claramente ambas redactadas por él), lo muestran como la voz cantante de la zona.
En opinión de Sales, Capdevila era el “jefe” de Bulzani y no al revés. Analizando las flaquezas de este, la opinión adquiere total verosimilitud. La aptitud intelectual es una cualidad a tener muy en cuenta a la hora de investigar cómo se construye o surge un liderazgo de lucha en el campo. Mientras Bulzani apenas si sabía leer y escribir, Capdevila se revela como un líder con inquietudes artísticas (teatro) y buena pluma.
Sales lo describe: “Con Capdevila fuimos grandes amigos […] comulgábamos las mismas ideas. Fue un luchador idealista, solo la cárcel pudo aplastarlo. Recuerdo que cuando estuvo preso en Rosario organizó una sublevación de recluidos […] Sin duda era un revolucionario que divulgaba ideales de librepensadores en el mundo del anarquismo”.

El compromiso con la causa anarquista fue el sello distintivo de la vida de Capdevila, y la principal causa de su desaparición tanto política como física: Continúa Sales: “Afirmaba no tener más himno que el de los trabajadores, ni más patria que el mundo. En sus discursos señalaba que la revolución social está en marcha. La República Argentina forma parte del universo y será libre en la medida que desaparezca el sistema feudal que aniquila la economía y su industria agrícola”. Donde estuviera y actuara, Capdevila era líder; fue un militante de “aquellos”. Mientras estuvo físicamente presente en Máximo Paz, todos los conflictos lo tuvieron de protagonista. Eso desvelaba no solo a Rodeiro, también a la dirigencia netrista: siempre querían armarle algo por el “costado” para restarle influencia popular, pero nunca pudieron.
Capdevila vivió y murió por y para la causa. Dueño de una voluntad de hierro, tuvo varios ingresos y egresos –cuatro en total– en las cárceles radicales de Santa Fe. Nunca lograron doblegarlo, hasta que lo detuvieron por última vez en 1916. Salió tremendamente dañado a causa de las torturas recibidas. Lo que no consiguieron con él en vida, pretendieron saldarlo, falsificando la historia.
EL ANARQUISMO MILITANTE
El anarquismo tenía existencia política grupal visible en el momento y en la zona del Grito; se lo debe considerar un actor ideológico y organizativo de importancia para la época. No fue un componente exógeno al poblado de Máximo Paz, que hubiera llegado a la franja del conflicto como un paracaidista, de la mano de “un” hombre raro y exótico, simpatizante de una causa utópica. Su inserción local excede la extravagancia del peregrino predicador y diletante, como quieren describir a Capdevila. El anarquismo desarrolló una intensa acción, gremial, cultural y política, lo cual demuestra que tenía una estructura organizativa que le permitía plantearse objetivos de envergadura, como fueron la organización de la huelga, el intento de la toma de la comisaría, el enfrentamiento con Rodeiro y la policía, la intervención
directa en los conflictos de tierras y, no menos importante, la vocación cultural. La existencia real, no literaria, de esta
militancia de base celular, la certifican los recuerdos familiares de Roberto Sales Stafforini quien, en conversaciones
con el historiador rosarino Miguel Catalá, habla de la formación ideológica y la militancia ácrata: “Mi padre llegó a
la Argentina imbuido de esas ideas [anarquistas] y se encuentra con otras personas con las que compartía ideales,
fundamentalmente Francisco Capdevila. […] Contaba mi padre que algunos chacareros participaban de las reuniones,
se adherían al paro, pero que por las noches trabajaban en el campo. A estos los habían marcado y de noche, ellos
mismos iban y les rompían los arados. […] Yo recuerdo que, siendo niño, nosotros vivíamos en Máximo Paz, detrás de la
vía, se reunía con algunos de sus correligionarios en un pequeño comedor y a la luz de la vela mi viejo leía en voz alta y
los otros escuchaban, unos folletines que cada 15 o 20 días recibían ellos. Se reunían a escondidas, porque cuando la
policía sabía que estaban reunidos, a algunos de ellos, a Juan Boceta, le supieron dar verdaderas palizas”.
Esta remembranza es importante para refrendar la existencia del anarquismo como grupo político, organizado y
activo, que participaba de la vida social y cultural de la población.
Continúa Roberto Sales Stafforini: “Mi viejo se enrola en ese momento, creo que Máximo Paz fue el eje político y
filosóficamente hablando, de aquel Grito de Alcorta”, dándole verosimilitud a lo que sostenemos, que fue Capdevila
el principal líder de la comisión de Alcorta y que no era un “loco” solo y suelto, sino que había una célula anarquista en
la zona que operaba y militaba en el desarrollo de sus ideas.
Tanto Capdevila como Sales eran afectos al teatro y se reunían habitualmente en la Fonda del Tin-Tin, propiedad de
don Bongianini. Se le llamaba así porque en la puerta tenía una campanita que cuando se abría sonaba, toda una novedad
para la época. Muy concurrida –además– por la exuberante belleza de la esposa del dueño, así como por su hija
América, que fue por años la amante de Pino Bellini. Este fue dirigente yrigoyenista y luego, en 1945, el primer diputado
peronista por el departamento Constitución. En la fonda se desarrollaban las tertulias de los anarquistas paceños.
Continúa Sales hijo: “Sales [padre] formaba parte de un conjunto filodramático que representaba la inmortal
pieza dramática de Alejandro Berruti “Madre Tierra” la cual, cuando se anunció en [Máximo] Paz, la policía se encargó
de suspender la función”.