“Defender la alegría como una trinchera/Defenderla del escándalo y la rutina/ De la miseria y los miserables(…)/ De los neutrales y de los neutrones(…)/ De los ingenuos y de los canallas(…)”
De “Selección de fragmentos de ´Defensa de la alegría´, de Mario Benedetti.
Por Néstor Rebecchi
1.
En medio de tanta alegría popular por la consagración de la selección argentina, hay quienes sintieron la obligación de silenciar su odio para no quedar al margen de un país que vive horas de felicidad. Pudimos ver en estos días a periodistas, que no son otra cosa que operadores políticos, simular estar compartiendo la felicidad del pueblo al cual detestan. Entre tanto camuflaje se pudo observar a un frustrado candidato a diputado por el PRO, que en sus tiempos de gloria nos decía “si quieren ver fútbol gratis vayan a Cuba”.
En una final donde nuestra selección tuvo momentos brillantes, se consiguió el título del mundo y, si se quiere, la reivindicación definitiva de Messi que sólo quienes no saben de fútbol podían discutir.
Y la gente salió a las calles a lo largo de todo el país. Manifestó su alegría que tanto irrita a poderosos y poderosas, que piensan que la felicidad humana forma parte de su patrimonio.

2.
Podríamos preguntarnos, dado que no necesariamente podemos darlo por supuesto, a que llamamos alegría y en que consiste la felicidad.
Sin entrar en la profundidad filosófica que amerita, podemos decir que se llama alegría a la emoción o el sentimiento que se experimenta cuando algo provoca felicidad o júbilo. Es un estado de ánimo producido por un acontecimiento favorable que suele manifestarse con signos exteriores como la sonrisa, un buen estado de ánimo y el bienestar personal. La palabra alegría proviene del latín alicer o alecris que significa “vivo y animado.”
La felicidad, de una forma u otra, siempre ha estado en el centro de la filosofía y en algunos casos incluso ha llegado a convertirse en uno de los conceptos clave alrededor del cual surgieron diferentes escuelas de pensamiento.
Los filósofos griegos se plantearon dos preguntas esenciales: qué es la felicidad y qué hace felices a las personas. Sus respuestas dieron lugar a tres posturas diferentes.
Por una parte, se encontraban los filósofos como Aristóteles, que afirmaban que ser feliz implicaba lograr la autorrealización y alcanzar las metas que nos hemos propuesto, logrando un estado de plenitud y armonía del alma.

Otro grupo de filósofos afirmaba que la felicidad significaba valerse por sí mismos, ser autosuficientes y no tener que depender de nadie.
Por último, la tercera corriente de la filosofía griega que se dedicó a analizar la felicidad fue el hedonismo. Para su máximo representante, Epicuro, la felicidad significaba experimentar placer, tanto a nivel físico como intelectual, huyendo del sufrimiento.
Más tarde, el racionalismo le dio una vuelta de tuerca al concepto de felicidad al comprenderla como la mera adaptación a la realidad.
A mediados del siglo XIX surgió una corriente filosófica muy interesante denominada “Nuevo Pensamiento” para la cual la felicidad era una actitud mental, una decisión.
A grandes rasgos, se puede hacer referencia a tres grandes posturas sobre el concepto de felicidad, posturas que provienen de las grandes corrientes filosóficas pero que se han popularizado y forman parte de las creencias de muchas personas.
Escépticos: son aquellos que están convencidos de que la felicidad no existe o es imposible alcanzarla, por lo que ni siquiera la buscan.
Limitados: son quienes afirman que no existe la felicidad sino momentos felices, por lo que debemos darnos por satisfechos las pocas veces que esta toca a nuestra puerta.
Optimistas: son personas que piensan que la felicidad existe y se puede conquistar de manera definitiva.
Dependiendo de la postura que asumamos, desarrollaremos una actitud más o menos proactiva ante la vida, esperaremos a que la felicidad toque a nuestra puerta o, al contrario, saldremos a buscarla.
Algunos gobiernos, conscientes de ello, suelen adoptar posiciones en consonancia con sus objetivos. Lo cierto es que la felicidad suele no formar parte de sus agendas, como si lo hacen el sacrificio y el sufrimiento. Paradójico, en términos de Enrique Dussel, quien afirma que “el fin de la política es buscar la felicidad de todos y todas”.

Por su parte Paulo Freire en Pedagogía del oprimido sostiene que “el hombre sólo se expresa convenientemente cuando colabora con todos en la construcción del mundo común; sólo se realiza en el proceso dialógico de la humanización del mundo”, por lo tanto la búsqueda de la felicidad no puede darse en forma aislada sino en una comunión con los demás hombres.
La felicidad sería un camino a recorrer con los otros y otras.
3.
Jorge Halperín, escribió un artículo hace un poco más de un año que tituló “Goce y excesos de la negrada peronista”.
En un pasaje de ese artículo citaba al artista plástico Daniel Santoro, quien decía:
“Una de las cuestiones claves que se puede imputar al peronismo es siempre excederse en el goce. El goce entendido como felicidad y al mismo tiempo como desgaste, porque el goce tiene una doble cara; hay un goce mortal y una felicidad (…)
Por eso, siempre desde la visión del otro, de ese que lo está mirando, el peronismo goza feliz y en exceso. La promesa siempre es de felicidad, nunca de sacrificio, nunca hay un horizonte de sacrificio en el peronismo. La izquierda piensa que son necesarios sacrificios revolucionarios, y la derecha o el sistema capitalista en general, ponen la meritocracia y el sacrificio para lograr un status determinado. Nada de eso es relevante para el peronismo”.
Santoro, dice Halperín, piensa que el peronismo instala la democratización del goce, y por eso mismo es odiado (al menos provoca muchos indignados “porque ese negro está gozando como yo“).
Pero el neoliberalismo es una suerte de Iglesia paralela: predica a las mayorías postergar el goce en esta vida para cuando en un futuro insondable se puedan repartir los frutos del sacrificio. Los gobiernos del ajuste cierran sus ciclos en el poder siempre con grave deterioro en la vida de las mayorías. Los gobiernos peronistas que los suceden atienden la emergencia volcando recursos a los sectores vulnerables, mientras que desde los medios hegemónicos las voces neoliberales torpedean automáticamente sobre las graves consecuencias que eso tendrá para la Nación.
En tal sentido, es interesante leer el discurso de Evita del 1º de Mayo de 1949. En ese discurso hablaba del goce de la clase trabajadora y no del sacrificio. Dijo Eva en aquella oportunidad:
Es con inmensa alegría que hoy festejamos el 1º de Mayo, día del trabajador. Es un 1º de mayo de la época peronista, un 1º de mayo de felicidad y alegría en todos los hogares argentinos y trabajadores de la Patria. Y es con inmensa alegría que vemos a esta muchedumbre apretujada, no con las manos crispadas ni con gesto de rebelión, sino de alegría y batiendo palmas para aclamar al Líder de los trabajadores, que fue el hombre capaz de reivindicar la justicia social por tanto tiempo reclamada por los trabajadores de la patria. Este 1º de mayo no es el 1º de mayo de la impotencia, no es el 1º de mayo en el que en todos los hogares de la patria había tristeza, desolación y desesperanza. Este es un 1º de mayo en que los obreros han desterrado toda bandera foránea para enarbolar la azul y blanca, la más hermosa de las banderas, la nuestra, la de la Patria. |

Dejo a criterio de los lectores establecer algún paralelismo con lo que sucedió en el recibimiento a la selección nacional, en tanto manifestación multitudinaria unida, entre otras cosas, por los colores de nuestra bandera.
4.
“Nos encontramos así que habíamos creado ‘islas felices’, es decir clases en las que se vivía democráticamente, en las que el niño vivía libre de todo temor e incluso realizaba cosas positivas, pero que estaban aisladas en un mundo exterior que oprimía y destruía a esos niños, con la capacidad destructiva que posee la sociedad capitalista, regida por valores totalmente opuestos: el beneficio, la competición, etc.” (Mario Lodi) |
Pregunta incómoda para docentes: ¿qué lugar ocupa la felicidad en nuestra práctica?
En la relación entre enseñanza y aprendizaje: ¿instamos a un aprendizaje basado en el sacrificio o en el goce?, ¿naturalizamos o socializamos los contextos para que se vislumbre un posible recorrido hacia la felicidad?, ¿acompañamos proyectos de vida dignificantes o desde la pasividad que propiciamos nos convertimos en reproductores de desigualdades que se consideran estratificadas?
En el nivel medio, desde las regulaciones podemos responder a la pregunta ¿para qué educamos?, diciendo: para que las y los estudiantes puedan seguir estudios superiores, para una inserción en el mundo del trabajo y para una ciudadanía responsable. Y en algunos casos promovemos infelices que a la postre alcanzan algún título profesional, trabajadores y trabajadoras en situación de explotación, y ciudadanos y ciudadanas que prefieren la indignación a la rebelión ante situaciones de injusticia.
En tal sentido, la manifestación juvenil de estos días trasciende el ámbito escolar donde muchísimos/as docentes tienen la felicidad como horizonte y donde otros/as están atrapados/as en sus propias frustraciones.
Las escuelas que abordan cuestiones consideradas “no escolares” en sentido estricto, como las relacionadas a temáticas de género, al cuidado integral, a la articulación con las organizaciones de la comunidad, a la democratización de las decisiones y resolución de conflictos, por citar algunas, suelen generar una convivencia donde la alegría y la felicidad forman parte y a la vez dinamizan la vida institucional.
5.
Final peronista para un escrito donde se imbrican el fútbol, la alegría, la felicidad, la filosofía, el peronismo y el trabajo de educar.
Perón hizo explícito que la felicidad del pueblo y la grandeza de la Nación se fundan en la justicia social, la independencia económica y la soberanía política. Y desde allí buscó construir su proyecto político.
Anticipándose a Charly García, se dio cuenta que “la alegría no es sólo brasilera” (escribo esto con la connotación futbolera que esta frase representa en estos días).
Mi amigo Juan Manuel diría “que la alegría en nuestro país la inventó Perón”. Afirmación por cierto exagerada, aunque tengo mis sospechas si el General no habrá inventado a Maradona y a Messi. Tendré que averiguarlo.