Por Rosana Forgas
Lo que cura una enfermedad, alivia síntomas o atenúa el dolor es el principio activo de un medicamento no la marca comercial, decíamos en la nota anterior. Y en esta oportunidad vamos a intentar desarrollar estos conceptos porque la información es parte capital del tratamiento.
Hay muchos estudios de una gran rigurosidad científica que demuestran que existe una correlación directa entre el grado de información que posee el paciente sobre una determinada propuesta terapéutica, con el grado de aceptación, inicio y cumplimiento de la misma y una estrecha asociación entre la palabra autorizada y profesionalmente lanzada, con el éxito en la recuperación de ese paciente. Porque es justamente el campo de la salud uno de los espacios en los que más importante resulta que el proceso de la comunicación se construya colectivamente buscando la excelencia y donde comunicarse bien es vital para que en los procesos clínicos se consigan los mejores resultados posibles.
Hoy nos convoca esto de cómo hacemos nosotros, con los pocos recursos que tenemos a nuestro alcance, para contribuir a contrarrestar esa infernal batería de falacias que coloniza mentes inconscientes o anestesiadas, como diría Ramonet. Pensemos que todavía ni los periodistas científicos ni los comunicadores en salud tenemos suficiente entidad en los equipos interdisciplinarios como para contribuir al cambio de paradigma.
En épocas no muy lejanas, la relación médico-paciente respondía a un modelo paternalista, donde el profesional decidía, unilateralmente, lo que era bueno o malo y lo que había que hacer en cada caso. Pero de un tiempo a esta parte, lentamente, se viene gestando un cambio hacia un modelo autonomista en el que, si bien la persona usuaria de los servicios de salud está adquiriendo roles cada vez más protagónicos en la toma de decisión, hoy padece servicios más deshumanizados, mucho más “fríos e impersonales”, por lo que ya muchos “pacientes” perdieron la paciencia y más que pacientes son una suerte de paDEcientes de los vicios de los distintos subsectores del sistema de salud. Pero esto sí que es harina de otro costal…
Justamente la ley nacional 25649, de prescripción por nombre genérico, está alineada en letra y en espíritu con este nuevo modelo de atención, empoderando al consumidor y garantizándole el derecho a elegir la marca del medicamento de acuerdo a su capacidad de pago.
Recordemos que un medicamento se llama de diferentes formas: con un nombre científico, con un nombre genérico y con uno o varios nombres comerciales o marcas registradas. Ilustremos estos dichos usando el ejemplo del analgésico más usado: el paracetamol. Científicamente se llama para-aceto-amino-fenol, su nombre genérico o DCI (Denominación común internacional) es paracetamol y Tafirol, Geniol y otros son los nombres comerciales. En este caso, el responsable de que baje la fiebre y de que calme el dolor es el principio activo -o droga- paracetamol, que, por otro lado, es con el que se lo conoce en el mundo entero.
Los principios activos de los medicamentos son fabricados por muy pocos países en el mundo y,siguiendo con el ejemplo, el mismo paracetamol que se usa para fabricar el Tafirol es el que se emplea en la producción de los popularmente llamados medicamentos genéricos o monodrogas. Y es muy importante aclarar que: el principio activo de un medicamento puede estar compuesto por una sola droga, en ese caso se trata de una monodroga -como el Tafirol- o puede tener en su formulación más de una -como el Tafirol plus que es una asociación farmacológica de paracetamol más diclofenac-, porque el prefijo mono hace alusión a la cantidad de drogas no a la calidad del medicamento.
Lo que no sabe el consumidor es que, si bien la industria farmacéutica representa costos de producción elevadísimos, no son propiamente las drogas las responsables de la diferencia de precios entre distintas marcas, ya que los costos de las mismas son despreciables frente a los demás. La mayor inversión de la industria farmacéutica es en gastos de comercialización y marketing para competir con sus pares: los envasados, “las muestras gratis”, la publicidad descomunal, entre otros tantos etcéteras. Por lo que es fácil deducir que, cambiando el ejemplo, es imposible que “me haga mejor efecto” el Lotrial de Roemmers que el Glioten de Bagó, porque ambos se fabrican con el mismo principio activo: enalapril, único responsable de la acción antihipertensiva. A estas alturas, es necesario reiterar lo que señalábamos en la nota anterior: expresamente la ley faculta al farmacéutico a sustituir marcas a solicitud del consumidor, el médico sólo puede sugerir.

Hay una ecuación muy clara cuando se trata de pacientes con obra social o prepaga: el que elige no consume, el que consume no elige y el que paga es un tercero. Y esta realidad acentúa las desigualdades entre los tres subsectores: público, privado y de seguridad social ya que habría tres tipos de consumidores: el particular quien compra y paga generalmente la marca que eligió el médico, el de obra social quien paga parte de lo que elige la obra social (vademécum o cartilla terapéutica cerrada) y el paciente sin cobertura que tampoco paga ni elige porque es quien consume lo que paga y elige el Estado -el hospital generalmente licita y adquiere por nombre genérico no por marcas-.
Hasta aquí un muy somero análisis de lo que ocurre en lo que podemos llamar el mercado de la venta libre y/o bajo receta, que, desde luego, no reviste la complejidad a considerar cuando hablamos de los MACBI: medicamentos de alto costo y baja incidencia que cubren una población mucho más reducida: la de los pacientes crónicos. Un mercado particularmente perverso en donde, como en tantos otros aspectos de la vida diaria, el Poder Judicial tiene una participación protagónica -y en algunos casos hegemónica-. Por un lado, debido a la excesiva judicialización de la salud y por otro por las ausencias de los estados nacionales y provinciales en el cumplimiento de sus obligaciones. Pero de esta parte de la política de medicamentos que compromete seriamente los presupuestos de salud, engrosa escandalosamente los dividendos de los laboratorios y desvela a los funcionarios del área, nos ocuparemos en una tercera entrega.