Por Eduardo de la Serna
Sobre un libro de Jaime Vázquez Allegue, “Qué se sabe de… Los Manuscritos del Mar Muerto”, Estella, Navarra: editorial Verbo Divino 2014.
La excelente colección Qué se sabe de… de la editorial Verbo Divino, con trabajos de alta divulgación encomendada a grandes autores españoles sobre interesantes temas bíblicos ha encargado a Vázquez Allegue un trabajo sobre los textos de Qumrán. Aparentemente el trabajo estaba originalmente encomendado a Florentino García Martínez, reconocidísimo a nivel mundial sobre el tema y director de la Revue de Qumran desde 1986 hasta su retiro en 2008; él parece haber propuesto a Allegue para este trabajo que demuestra, sin duda alguna, mucho conocimiento del tema.
El trabajo tiene tres partes muy claras: la historia de los descubrimientos (I), los aspectos principales y los textos fundamentales (II) y temas abiertos en el debate contemporáneo (III).
El tema es importante, sin duda, por varias razones, además de su interés para los estudios bíblicos y teológicos. En la región de Qumrán, a orillas del Mar Muerto se encontraron desde 1947 una muy importante cantidad de papiros y pergaminos (además de un rollo de cobre) con textos en hebreo, arameo (y unos pocos en griego), muchos fragmentos de escasos centímetros y bastantes textos completos, bíblicos, para-bíblicos y otros propios del grupo de pertenencia. Esto constituyó, sin duda, el descubrimiento arqueológico más importante del s. XX.
Como era de esperar, en tema tan importante, además de una enorme cantidad de estudios de altísima seriedad, no faltaron los textos de fantasía, de pura ficción y pseudo-investigaciones casi policiacas. Las cuevas encontradas fueron 11, aunque recientemente (2017) se hallara una 12ª, pero sin material escrito en ella (solo un par de hachas contemporáneas; probable indicio de que la cueva fue saqueada), por lo que no será tenida en cuenta.
No detallaremos más de lo necesario la parte histórica: Un beduino, más allá de matices legendarios, buscando una cabra perdida en el desierto encuentra en una cueva una serie de vasijas de cerámica y papiros / pergaminos [los papiros son material de escritura de origen vegetal, mientras los pergaminos son de origen animal]. Lleva algunos a un comerciante de antigüedades en Belén, e intentan venderlo al archimandrita ortodoxo de Jerusalén. Las idas y vueltas exceden nuestro interés en este momento. En mayo de 1948 se proclama el Estado de Israel, por lo que un tema de apariencias meramente “comerciales” adquiere, ahora, matices geopolíticos; “aquellos papiros y pergaminos antiguos escritos en hebreo confirmaban la propiedad del suelo” (p. 37). Un grupo de arqueólogos dio nuevo impulso al tema, y la cueva original derivó en el descubrimiento de un total de once (aunque la mayoría fuera hallada por beduinos). Hasta 1958 se sucedieron las campañas y la búsqueda de materiales en la región de Qumrán.
En estas búsquedas se encontraron las ruinas de una localidad que incluye cementerios, de lo que, en ocasiones, se ha calificado de “monasterio”, seguramente de un modo anacrónico. Pero no caben dudas que allí vivía un grupo importante de personas (se ha calculado en cerca de 200), las vasijas, peines, monedas (de diferentes períodos históricos), sandalias y piletas para las purificaciones así lo señalaban. Curiosamente, en las “ruinas” no se hallaron rollos, pero la cerámica que allí había era coherente con la encontrada en las cuevas. Es muy posible que, por ejemplo, ante la invasión romana en la guerra judía (66-70 d.C.) los habitantes hayan ocultado los textos (sagrados, al menos en su gran mayoría) para preservarlos del invasor.
Durante el período griego (cerca del s. II a.C.) un grupo entiende que el sacerdocio era ilegítimo y, por lo tanto, el culto y el Templo, estaban usurpados. Entonces algunos deciden trasladarse al desierto y ser allí el “verdadero templo”. Se asientan en un lugar, probablemente preexistente y abandonado. Para peor, la influencia griega, había modificado en sus territorios, el calendario con lo que, los sectores tradicionalistas, veían cambiadas las fechas de las fiestas religiosas; algo definitivamente intolerable para sectores muy religiosos como los habitantes de Qumrán. Ambos temas, Templo y calendario fueron decisivos para que un grupo, quizás derivados de la secta esenia, se dirigiera y asentara en el desierto; allí se han encontrado, por ejemplo, en las ruinas, 708 jarras, 201 platos y 75 tazas (p. 61). Un terremoto (31 a.C.) provoca el regreso a las ciudades, pero luego regresan más “fundamentalistamente”. Cuando se acercan los ejércitos romanos vuelven a abandonar el lugar que fue apropiado por los invasores y utilizado como cuartel (por eso, por ejemplo, se han encontrado monedas romanas, algo impensable en los grupos religiosos esenios, rechazadas por las imágenes en las mismas).
Dentro de los 800 textos que se encontraron en las cuevas hay tres tipos de textos. Muchos son fragmentos bíblicos, unos 200. Esto ha permitido conocer versiones, algunas mucho más antiguas que las que conocíamos, y otras tener en hebreo lo que solo conocíamos en griego (como es el caso de los libros del Sirácida y Tobías). Otros textos podemos calificarlos de para-bíblicos ya que, aunque no pertenecen a textos bíblicos, sí tienen semejanzas, son comentarios o apócrifos. Finalmente tenemos una serie importante de textos que son propios de la vida de la comunidad, desde su literatura religiosa (normativa, poética, sapiencial) hasta expresiones de su teología.
Sería muy extenso detenernos en uno a uno estos aspectos; el autor lo hace detenidamente (pp. 65-202). Pero notemos, a modo de simple ejemplo ilustrativo: “el manuscrito 4Q513 está formado por más de cuarenta fragmentos. La mayoría de muy reducidas dimensiones y muy deteriorados” (p. 154). Esta presentación de la cantidad de fragmentos que constituyen un manuscrito es algo muy frecuente en los hallazgos y en las presentaciones, este es sólo uno de muchos. Simplemente para aclarar, la cita 4Q513 indica que fue hallado en la cueva 4 de Qumrán (4Q) y, dentro de los hallazgos e investigaciones pertenece(n) al manuscrito 513 (muchos manuscritos, en lugar del número se presentan por el nombre, como veremos) de los hallados en dicha cueva.
Dentro de las características de las personas que fueron a vivir a Qumrán se destacan una serie de elementos. Para comenzar, su mentalidad dualista. El esquema luz-tinieblas, verdad-mentira, vida-muerte, etc. es sumamente característico de la secta. Así, por ejemplo, se encontró un manuscrito que presenta un “manual (milhamá) de la guerra de los hijos de la luz contra los hijos de las tinieblas” (su referencia es 1QM, “M” por “milhamá”). El dualismo es evidente. La actitud sectaria también. En este sentido, es muy frecuente encontrar entre los textos propios de la comunidad la recurrencia a la literatura apocalíptica (cuyo dualismo también es evidente).
Sabíamos de la existencia de los “esenios” por escritores de la época como Flavio Josefo, Filón de Alejandría y Plinio, el Viejo. Por lo que ellos dicen resulta muy coherente ubicar en este grupo los escritos propios de Qumrán, aunque, en general, se tiende a entender que “algunos esenios” rompen con el esquema religioso (no “los esenios”) para dirigirse al desierto de Qumrán (menos de 50 kms. de Jerusalén). La comunidad tiene sus reglas (1QS y 1QSa, regla de la Comunidad [Serek] y regla de la Congregación [la “a”, en ‘Sa’ es porque es el apéndice de Serek]), tiene su teología, y su liturgia (por ejemplo, sus “Salmos”; 1QH, Hodayot).
Para los interesados en el período histórico (desde el s. II a.C. al s. I d.C.) ciertamente estamos ante textos importantísimos. Es cierto que hubo una suerte de “fiebre qumrámica” en cuanto se hizo público el descubrimiento y “todo” parecía que tenía que ser tal, y entonces se decía que Juan el Bautista era esenio, que Jesús había estado con ellos, etc.; cosas que hoy difícilmente alguien diría con un mínimo de seriedad, conociendo ya en detalle las diferentes teologías de unos y otros. También hubo fantasías “conspiranoicas” en las que se afirmaba que en los manuscritos “quedaba probado que…” y se afirmaban o negaban diferentes cosas sin ninguna seriedad basada en los textos. En nuestros días, salvo pequeñísimos fragmentos de dimensiones microscópicas, todos los textos están publicados en las principales lenguas occidentales. Incluso pueden verse facsímiles de los principales manuscritos en http://dss.collections.imj.org.il/es/home.
El libro finaliza con una presentación de 37 libros en castellano sobre el tema con las diferentes seriedades de los mismos para que quien lo lee pueda profundizar el tema o descartar superficialidades.
Ciertamente, el período judío que se conoce como del “Segundo Templo” y el surgimiento del cristianismo (tanto Jesús como las primeras comunidades en la zona de Israel) encuentran en estos descubrimientos una cantera de información, ilustración, aportes, diferencias, que permiten ilustrar y conocer la enorme riqueza de los diferentes judaísmos y el marco geográfico, religioso, cultural (con lo propio de la secta esenia, por cierto) en el que Jesús se hace presente en la historia y surge su movimiento. Una “biblioteca”, quizás circunstancial, nos permite ampliar el conocimiento de lo que otros sectores de “occidente”, quizás a veces, demasiado etnocéntricamente, nos invitan a conocer para saber “de dónde venimos”. Si el mundo judeo-cristiano tiene mucho que decir a la historia de Occidente, seguramente Qumrán debe ser tenido en cuenta para conocer bastante mejor, a su vez, quiénes somos.