Por Jorge Sad Levi
Es como si tuviéramos que cruzar un abismo. Si vamos a construir un puente sobre él, tendremos que anclar sus extremos lejos en el pasado y lejos en el futuro.La tradición completamente asimilada nos ayudará a anclarnos en el pasado; solo un ojo agudo para saber hacia dónde vamos puede ayudarnos a anclar en el futuro. La tecnología nos ayudará a construir el puente, que no se impondrá a la naturaleza, sino que será posible porque entendemos cómo suceden las cosas y cooperamos en lugar de interferir”[1]. Ben Johnston |
“Bah, le dije al tiempo” es el título de una obra de la compositora argentina Nelly Moretto realizada en 1974, para voz, trompeta y cinta magnetofónica. Compuesta en el mismo año en que aparecía Relayer de Yes, el primer disco de Invisible y Red de King Crimson entre otros.
El impacto que me causó asistir a su estreno, interpretada en trompeta por su hijo, Gustavo Moretto, a quien esccuchaba a menudo como tecladista de Alas, y Lucía Maranca en canto, junto con la increíble “She was a visitor”, (obra electroacústica de Robert Ashley, coreografiada por Margarita Bali y Mauricio Wainrot y presentada en el Teatro San Martín en el mismo aciago año de 1977) me impulsó a dedicarme a este género que ostenta la incómoda etiqueta de “contemporáneo”. Aunque no sabía exactamente de qué se trataba, se conectaba perfectamente con la música progresiva que escuchaba.
En ese momento, y ahora me sigo preguntando ¿ Por qué un género se adjudicaría el total de la contemporaneidad para sí, excluyendo al resto de las músicas compuestas en su tiempo ?
Probablemente al calor de la confrontación de las vanguardias de posguerra con la música clásica europea, en esa lucha cuerpo a cuerpo para ocupar un lugar en el repertorio de las salas de concierto, el término “contemporáneo” refería a la música producida por compositores vivos. Tal vez por eso, Gerardo Gandini había hecho en los años 80 , una divertida lista de “enemigos” del género entre los que incluía a la Sociedad Bach, entre otras instituciones tradicionales prestigiosas, armando un importante escándalo entre gente muy seria y formada, pero con poco sentido de la ironía.

Theodor Adorno, a pesar de su posición despectiva con la música popular de principio del siglo XX , catalogándola de mero entretenimiento en el seno de la cultura de masas capitalista, fue extremadamente sensible a la revolución que implicaba la circulación de la música grabada que comenzaba a expandirse gracias al gramófono y la radio, de hecho, le reprochaba a los compositores de su época no ocuparse de una música específicamente compuesta para el gramófono. Eso, eso solo vino 40 años despues., con The Beatles.
Justamente, se comienza a usar el rótulo música contemporánea en el momento en que con la circulación del disco y la radio, toda la música que ha existido en el mundo a través de la historia comienza a coexistir en total disponibilidad. Por obra y gracia de esa ruptura tecnológica tanto el tiempo como el lugar en el que se produjo un sonido puede disociar se al infinito del momento y espacio de su escucha.
El disco iguala, reúne en un mismo medio y sobre los mismos soportes físicos, la supuesta alta cultura ascética, blanca y pura con el mundo multi étnico, profano, sexual del pop, del rock, del jazz. Parlantes mediante, casi toda la música que experimentamos viene mediada por esa frágil y omnipresente membrana que como un tímpano a la inversa acompaña la cotidianeidad de los habitantes del planeta. Todas las músicas que se van produciendo y creando a velocidad infinita conviven en nuestra sonósfera, bien representada por Spotify. Si el contenido de la app fuera un territorio, el algoritmo, si lo dejamos, solo nos permite ver unas cuadras a la redonda de ese lugar infinito.
En este estado de cosas , en la simultaneidad, en la pluralidad que brinda el medio es posible construir recorridos, a través de una escucha compleja y viviente, aunque signifique en cierta medida, devenir minoritario, nómade.
Esta noción de lo contemporáneo es para mí más seductora e inclusiva, como si fuera posible ser parte de una etnia imaginaria en la que conviven Hendrix , Bach, la música etíope, Lachenmann, Saariaho , The Beatles, Webern, Color Humano, El Cuchi, Taylor Swift , Caetano, Dowland. Un espacio en el que sea posible decirle al tiempo que pase de largo, que se vaya por un rato a otra parte.
Link para información y data de Jorge Sad Levi:jorgesadlevi.musica.ar
[1] Johnston, B. (2006). “Maximum Clarity” and other writings on music (B. Gilmore Ed.). Urbana Chicago: University of Illinois Press. p .121