ISAURO LATE, CRECE, SUEÑA Y EN SU LUCHA INVENTA CAMINOS (frase de bandera del Isauro)

Por Susana Reyes

 

Eduardo Rosenvaig, en su libro La Oruga en el Pizarrón, nos dice que a Isauro Arancibia lo arrancaron desde las raíces “Pero no hay planta que no deje semillas” (Rosenvaig 2006). Desde su asesinato se multiplicaron las escuelas, institutos y profesorados que recogieron esa semilla y tejieron así un lazo con la historia.

En nuestra escuela, todos los 24 de marzo le rendimos homenaje. Trabajamos a partir de su biografía año a año.

Isauro nació un 25 de marzo de 1926 en Monteros, Tucumán.

 

Fue  un constructor de sueños, un luchador. Planteaba la escuela comunitaria, abierta, una escuela que respire al ritmo de su comunidad. Sus alumnos eran los hijos de los cañeros y tenía una estrecha relación la FOTIA, el sindicato azucarero. Bregaba por una escuela empapada en la problemática de su gente.

En el año 1962, el sindicato ATEP, en la voz de su secretario general, Francisco Isauro Arancibia, planteaba el siguiente programa:

  • Replantear la estructura de la escuela, promoviendo la íntima relación escuela-comunidad.
  • Que la escuela se sume como factor de renovación económica y social, buscando crear una actividad democrática.
  • Que la escuela se meta en la comunidad de cabeza, ayudando a vivir mejor y educando a sus niños a colaborar en ello.
  • Que la escuela centre su programa en el estudio de los problemas sentidos por la comunidad.
  • Que se rodee para esta acción de centros vecinales, comisiones de fomento agrícola, cooperativas de consumo, clubes, centros de difusión cultural, grupos folclóricos.
  • Que se perfeccione al maestro para que sepa cumplir con estos objetivos, se cambien los programas y métodos, se creen escuelas ambientales para grupos migratorios.

El maestro Isauro Arancibia forma parte de una generación que quiso transformarlo todo peleando por una sociedad justa e igualitaria. Fue uno de los fundadores de CTERA, defendió los derechos de los maestros considerándolos trabajadores de la educación.

Nuestra escuela Isauro Arancibia, es un legado para él y para los 30000 compañeros de esa generación que soñaron con espacios de amor, libertad y lucha.

En otra parte de su libro, Rozenvaig, dice:

Recuperemos los zapatos de Isauro porque no es justo que un maestro camine descalzo por el cielo.

Calcémonos sus zapatos y que nos lleven a una educación inclusiva y solidaria, a la pedagogía critica, a la construcción de la memoria colectiva y a la pedagogía del amor y la ternura.

Isauro y Arturo Arancibia

PRESENTES, AHORA Y SIEMPRE.

 

 

 

 

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