Por Ana Lucía Maldonado
Corría el año 1982, la dictadura militar, responsable de 30.000 desaparecidxs, y el comienzo de un plan económico que se perpetúa hasta el presente, sabían que estaban llegando a su fin. Entonces decidieron encarar la guerra de recuperación de las Islas Malvinas, para perpetuarse en el poder, conociendo el sentimiento de un pueblo, que siente la pertenencia de esas islas, que fueron usurpadas por los ingleses.
En ese contexto son convocados 30.000 jóvenes, algunos voluntarios. Para muchxs son héroes, para otrxs pobres muchachos empujados a una guerra, contra un ejército poderoso, casi se diría a una derrota segura.
Regaron, con su sangre, sus miedos y angustias, ese suelo tan sentido. Al finalizar la guerra, ante la rendición Argentina, ellos, sujetos vulnerables, combatiendo sin instrumentos básicos, fueron traídos y ocultados. Los del interior, puestos directamente en trenes a sus provincias, sin el mínimo contacto con la sociedad, que les dio la espalda, quedando fuera del sistema de trabajo, estudio, atención psicológica. Algunos de ellos tuvieron la suerte de una familia que los pudo contener, 600 de los mismos terminaron suicidándose.
No fueron los únicos, pues la historia poco habla de las mujeres de Malvinas, indispensables en esos días de contienda bélica.
Fueron 14 enfermeras, instrumentadoras, técnicas, no solo curaron heridos, sino que les brindaron contención afectiva y emocional, protagonistas opacadas por cuestión de género.

Llegaron a Puerto Argentino. Luego, en helicóptero, al rompehielos Almirante Irízar. Durante toda una noche armaron los quirófanos.
Después de los bombardeos, no solo asistían en cirugía, aprendieron a curar heridas que solo se ven en estas instancias, a la par de ser enfermeras, madres, hermanas, trataban de calmar los gritos de dolor, quejidos por las heridas abiertas.
Cuenta una de las protagonistas:
-“Hay algo que jamás olvidaré en esos ojos perturbados, la voz de los muchachos pidiendo por su mamá”…
La lucha por la soberanía Nacional es imposible, sin romper con toda cadena de opresión social y económica, algo que la dictadura no tenía en sus planes y se ha eternizado hasta el presente, hipotecando el futuro de los que habitamos este país.