Por Eduardo de la Serna
En la feria del libro 2023, insólitamente – comprensiblemente – celebrada en la Sociedad Rural “Argentina” (sic) Victoria Montenegro presentó la segunda edición de su sencillo libro «Hasta ser victoria», Marea editorial 2020, 2023.
Y, antes de ser malinterpretado quiero empezar señalando que al decir “sencillo”, el diccionario etimológico lo remite a “singular” y a “señero”, nunca despectivamente. Todo lo contrario. Y así lo interpreto.
Victoria escribe “sencillamente”, ella está allí en su texto. Y podemos ver, oír y sentir a la apropiada “María Sol”, su temperamento, sus convicciones. Su infancia, sus gratos y desagradables momentos en la casa, en el campito (en realidad la casita en Campo de Mayo) y en la escuela. La vida compartida por cercanía con Horacio Pietragalla y su amistad (y enojos cuando él da pasos para recuperar su identidad, cosa de la que ella jamás “dudaba”, “por años” no se hablaron), y lo simpáticamente grotesco que ocurre cuando “María Sol” defendió “a las trompadas” a su “primo” en el jardín de infantes (basta con ver las diferencias de altura y tamaño, que ya entonces ostentaban, para imaginar la situación; irónicamente, en el momento de la distancia – “ya no era mi primo” – porque él ya era Horacio Pietragalla Corti y ella aún Maria Sol Tetzlaff, ella cuenta “si no hubiera medido dos metros creo que lo hubiera trompeado”). Hasta que pasado un tiempo nos volvimos a abrazar “esta vez del lado de la verdad”.
Las situaciones de violencia, tanto del apropiador como de la apropiadora, resultan, hoy, espeluznantes, y vuelven casi incomprensible la “firme decisión” de María Sol de ser militar también ella. Todo hasta que fue convocada por el poder judicial.
Siempre son válidas las preguntas, aunque no siempre lo sean las respuestas, de qué hubiera pasado sí… (o si no…). El juez que interviene en su causa, y la hace comparecer para presentarle a su familia biológica fue el juez federal de San Isidro, Roberto Marquevich. El mismo que fue eyectado, en junio de 2004, del poder judicial porque osó detener “15 minutos” a Ernestina Herrera de Noble por la supuesta apropiación de hijos. Pero esto todavía no había ocurrido y allí tuvo que hacerse presente “María Sol” y sus abuelos, tíos y primos biológicos para encontrarse. Ella, jactanciosa, “hija del señor coronel del ejército”, cosa que “nunca va a cambiar” y espero que me dejen en paz, y ellos, que “Hilda Victoria”, que un lunar en la rodilla, que la boca… y en medio de estar cosas, con “esta gente que vino de lejos (Salta)” que quieren una foto, y que “esto no es Gente que busca gente”, que vayan al bar de acá cerca (La Farola) terminen de hablar, se sacan una foto y acá terminamos… al decir de Marquevich (¿qué hubiera pasado si el juez era otro? Otro de los que ya sabemos… ¿y si Marquevich ya hubiera sido echado por tocar intocables?).
Otra pregunta válida, parece, es ¿qué hubiera pasado si la pareja de María Sol no hubiera sido “Guti”? Porque, siempre en un segundo lugar, pareciera ser el andamio de pasos y nuevos pasos, y más pasos. Desde haber sido “la excusa” para salir un poco del ambiente “familiar-militar” al quedar embarazados, hasta el dar pasos positivos para el encuentro con la familia biológica o cuando sonriente le dice “tenés abuela”.
Cada tanto, a medida que avanza el relato el texto, cambia la tipografía. En cursiva aparece Victoria Montenegro haciéndose preguntas. Preguntas de hoy, ausentes ayer. Preguntas que nos presentan a Victoria hasta que llega a ser Victoria. O después de eso. Y cómo va descubriendo la verdad (o la mentira, que en este caso es lo mismo).
Y eso supone momentos terribles del “encuentro” entre la mamá biológica y el apropiador, y la violencia, toda violencia, y la muerte de Toti, el papá, que resultó no muerto en un enfrentamiento de guerra entre dos ejércitos. Pasó mucho tiempo antes que pudiera decir con toda crudeza “mi papá mató a mi papá”. Después vinieron nuevas declaraciones judiciales, charlas y reportajes, y Victoria crecía hasta que definitivamente María Sol quedó solo en la memoria; cuando pudo mencionar en Comodoro Py al cómplice de su apropiador, “pro-hombre” del poder (per)judicial, y sin dudarlo dijo “Romero Victorica”, desapareció el último resquicio de miedo, “yo ya era definitivamente Victoria”.
Muchos caminos nuevos volvían a aparecer. Viejos enemigos o adversarios estaban ahora “de este lado”. Obviamente en primer lugar, Abuelas de Plaza de Mayo. Más adelante, Néstor y Cristina. Y luego, el feminismo (no es sino por esto que Estela Barnes de Carlotto y Horacio Pietragalla son quienes hacen los prólogos de este libro). Y, por último, Noah, el nieto de Victoria, la nieta de las Abuelas. La que enfrenta ahora el desafío de hablar en verdad y que Noah y miles y miles de Noahs, crezcan sin mentira. Y, entonces, toda la patria crezca “hasta ser Victoria”.